Traducción: Ricardo García Pérez
La novela que encumbró a la autora de Un guiso de lentejas: herencias, matrimonios y una sorprendente subtrama detectivesca
Cuando el señor Tempest fallece, las propiedades de la familia pasan a su hijo John, ilegítimo según las malas lenguas. El coronel Tempest, su despilfarrador hijo Archie y su hija Diana quedan excluidos de la herencia. Una noche, el resentido coronel, presa del estupor de la ebriedad, acepta participar en una apuesta: pagará diez mil libras si alguna vez consigue acceder a la herencia del señor Tempest. Cuando se da cuenta de que eso equivale a poner precio a la cabeza de John, ya es demasiado tarde: el joven heredero empieza a sufrir tentativas de asesinato.
Por su parte, Diana, una mujer fuerte e independiente, afirma que no se casará nunca. Sin embargo, a medida que entabla una relación más cercana con John, sus sentimientos empiezan a cambiar...
Mary Cholmondeley presenta en la que fuera su novela más célebre una historia de herencias, amor y matrimonio a la manera de una Jane Austen de principios del siglo XX, pero además introduce una subtrama policiaca al más puro estilo de Wilkie Collins o Henry James y una mordaz crítica social centrada en el mundo de la abogacía con tintes dickensianos.
Mary Cholmondeley (Inglaterra, 1859) publicó su primer libro en 1886, aunque no usó su nombre real hasta Diana Tempest (1893), que se adelanta al movimiento feminista New Woman. El éxito le llegó con Un guiso de lentejas (1899; Nocturna, 2019), cuya fantástica acogida le granjeó la admiración en todos los círculos literarios y amistades como la de Henry James. Posteriormente publicaría obras como Un inconveniente (1902), Prisoners (1906) o La polilla y la herrumbre (1912). Murió en 1925 sin haberse casado y dejando un legado literario que retrata las ansias de independencia de la mujer de la época.
978-84-18440-40-3
Noviembre 2022
Rústica con solapas
480
22,00 €
Noches Blancas, n.° 49
Siempre me fascinaron los libros de Mary Cholmondeley, puesto que todas sus mujeres tenían algo de las mujeres reales que yo me encontraba al salir de mi entorno y por las que tanta curiosidad sentía.
Virginia Woolf